Estreno de Siete Jereles en el Museo de AC Reina Sofía

Se estrena en Madrid “Siete Jereles” mañana sábado 12 en el Museo Reina Sofía (cerrando el ciclo de las 10+1 películas).
Miguel Martín fue el primer crítico que apoyó con fuerza la primera película de mi vuelta al cine, “Alegrías de Cádiz” en 2013. Miguel acaba de publicar (en su portada) hace unas horas, su comentario sobre “Siete Jereles” (antes Cádiz, ahora Jerez, preantes Sevilla) que aprovecho a publicar como estímulo para los aficionados de Madrid, (al cante y al cine). Gracias Miguel (alguno de los elogios tienen más autoría de Pedro G que mía, aunque Pedro tiene la delicadeza de rodar muchas veces “a la manera de…” pero también muy suya).
El enorme comentario crítico (de nuevo no solo del film, sino del proyecto entero: “… ha ido dando paso a cinco películas monumentales”, ¡cinco de 10 en el mismo año!):
El largo viaje de Gonzalo García Pelayo (y Pedro Gª Romero) no es hacia la noche, sino hacia el alba. Quedo apabullado desde la primera escena, con Gonzalo caminando, por primera vez hacia atrás, retornando al recuerdo de su pasado en la ciudad y al origen del flamenco, entre los músicos de la banda de Jerez, y con la siguiente, en ese plano secuencia (de los muchos y muy perfectos que hay) que comienza con José de los Camarones cantando desde el caballo y continúa en una toma frontal inversa hacia la calle con movimientos de cámara interiores en círculo y alrededor del resto de oyentes y participantes en la farra flamenca. Según reza el rótulo inicial, «7 jereles» es la séptima película del proyecto “El año de las 10+1” aunque para la mayoría de nosotros sea la última del camino. Para mi gusto ha habido un cambio cualitativo a partir de la mitad del proyecto, han desaparecido los altibajos, las dudas, el fraseo imperfecto de actores más o menos afortunados que ha ido dando paso a cinco películas monumentales, con un colofón sobresaliente como «7 jereles» que, hasta para quienes ni conocemos, ni sabemos, ni gustamos del flamenco (pese a que hasta mi adorado Alfredo Kraus repetía que no había cantante más exigido y más perfecto que el del cante jondo) la película se convierte en un monumento a ese arte en un deambular por espacios fantasmales de Jerez de la Frontera donde la puesta en escena, el diseño de producción y el formidable saber contar con imágenes de Gonzalo construye toda una galería de personajes, historias de amor, sentimientos de desgarro, magnetismo nocturno, belleza equina en estado puro, miseria urbana rebosante de arte, con un ojo puesto en este proletariado artístico dotado de un genuino sentido del ritmo con el que su cine se siente cómodo, engrandeciendo lo mostrado por encima incluso de su valor gracias al movimiento que Gonzalo imprime a su cámara. Fascinado con lo que veo deseo volver a ello, a ese momento en que la cámara abandona una iglesia y nos deja escuchar a tres cantantes separados en fila en la misma plaza bajo la lluvia, a transitar por medio de las filas de músicos bajo los soportales que interpretan, con aires semanasanteros, un clásico del pop; a reconocer quién es ese flamenco gitano que se lanza a cantar soul como si su alma fuera más negra que la noche que nos envuelve permanentemente, a pensar en el sufrimiento de esa persona que se arranca a cantar a la puerta de una iglesia y en la que no es difícil reconocer a alguien que podría estar pidiendo limosna instantes antes. Hasta se permite rozar la blasfemia más irónica en uno de los mejores momentos de su película, que tengo que reconocer que está concebido y diseñado para mayor gloria del dron. Olé Gonzalo, su cine es grande y esta décima, que ha de ser séptima, es un cierre de brillantes para un año excelente.