“Bruna”
Gonzalo García-Pelayo

SINOPSIS:
Bruna es una joven y bella actriz en ciernes que acaba de separarse de su novio y atraviesa un período de profunda melancolía. Un encuentro tardío con él le da la fuerza para reconvertir su experiencia en una obra de teatro en el que la vida y la ficción se irán entremezclando. Cuenta con la ayuda de Bauti, el actor que interpretará a su enamorado en la obra y de Ragoni, el director de la obra. La reaparición del ex en el papel de Bauti la llevará a una profunda intensidad emocional y a un aprendizaje: es posible hacer arte y negocios con el desamor.
ELENCO:
Protagonistas:
- Rocío López Ferreyra
- Pablo Ragoni
- Juan Bautista Fernandini
- Nicolás Segonds
- Eva Bianco
Equipo técnico:
- Dirección: Gonzalo García-Pelayo
- Guión: Rocío Lopez Ferreyra – Iván García Pelayo – Juan José Vidal – Ramiro Sonzini
- Director de fotografía y cámara: Federico Jacobi
- Camarógrafo: Mario Varela
- Edición: Horacio Florentín
- Dirección de sonido: Nahuel Reyes Sosa
- Música: Mariana Astutti – Macabre
- Productores: Pablo Piedras y Magdalena Schavelzon
- Director de producción: José Celestino Campusano
- Coordinador de producción: Iván García-Pelayo
- Jefa de producción: Dolores Tezanos
- Asistente de dirección: Lautaro García Candela
- Diseño Gráfico de títulos y afiche: Paz Belsito
- Color grading: Federico Jacobi (AAC)
- Making-of: Iván García-Pelayo
FICHA TÉCNICA:
- Argentina / 2023 / 75´ / Color
- Miguel Martín, Facebook 20/09/2023
- Estrella Millán Sanjuán, Facebook 18/09/2023
“Yo no te necesito para ser yo”.Ver ayer la segunda película del nuevo proyecto de Gonzalo “Otro año, diez más” (6+4) me ha resultado muy satisfactorio. Con esto de las RRSS y las publicaciones a modo de diario de rodaje que el director iba poniendo en su muro durante el mes de mayo, ya me iba haciendo una composición de ella a través de las imágenes publicadas y algún comentario. Imposible imaginar o acercarse a lo que vi ayer, pero sí me agradó ver que el personaje de Bruna, sus parejas, su antigua profesora o su director de teatro se colaron antes de tiempo con esto del cine “en directo” que nos brinda generosamente García-Pelayo, resultándome muy familiares y sintiéndome cercana a la película.
Ayer se lo comenté en un arrebato nocturno: “eres y no eres tú”. Me resulta un García-Pelayo evolucionado, que busca una introspección, más contenido, reflexivo y sobrio. Minimalista como el escenario exento de la última escena. Hasta más frío, en apariencia. Sus colores son apagados, violáceos, beiges, otoñales, excepto el abrigo rojo de Bruna en una escena. No hallo esos ímpetus del anterior proyecto, el jolgorio, hay menos celebración de la vida, esa “imperfección perfecta” que tanto le gusta, en la que gana la interpretación cobrando una gran importancia. No hay sexo, ni se canta; no hay imágenes aéreas. Un cine que mira hacia dentro, de interior -físico y mental-, aun en las partes al aire libre en la ciudad. El amor pasa por desamor y la búsqueda de una misma. Se digiere de otra forma este nuevo cine que nos ofrece.
Pero sí está la mujer, su puntal fundamental, a la que rodea de otra forma. La cuida, la aconseja, la hace evolucionar, la valora, hace que se valore y se exhiba. Se la escucha expresarse en grupo con naturalidad y complicidad. La hace sentir sensual, que vibre, se enfade, se desgarre en algún momento, perdone y que su veneno al final sea el remedio.
Como siempre, destaca por su singular forma de narrar. Cuando se detiene en un plano fijo sobre Bruna –Rocio Lopez Ferreyra, que sostiene el primer plano con solidez y con gran fuerza, con una atrayente mezcla entre fragilidad y firmeza- al inicio todos los segundos que sean necesarios sin hablar. Que casi sólo la veamos a ella cuando se reencuentra con Nico -una antigua pareja con la que el final fue amargo hace seis meses-, y éste dialoga huidizo mientras ella le clava su mirada lacerada, le interpela con dolor y se desmorona durante casi veinte minutos, sin decaer el tono.
A través de un dilatado y onírico travelling en un contrapicado cada vez con más angulación siguiéndola, liberada y abrazada por una arquitectura moderna de edificios altísimos de Buenos Aires con resonancias de Antonioni, que en mi entusiasmo me llevan a esa Jeanne Moreau que se pasea rota y solitaria por la ciudad. A través de una música tan envolvente, como chirriante por momentos, acorde al desorden mental y amoroso de Bruna.
García-Pelayo apuesta de nuevo por el cine-verdad en este caso con más acento, apoyado en hechos reales y conversaciones improvisadas que provocan que su resultado condicione el rodaje posterior, teniendo que escribir el guion al día siguiente. Cine que se construye mientras se realiza, con costura en directo, que aflora y está vivo. Teatro dentro del cine, representación de episodios vitales que tratan de curar, a la vez que duelen. Cine dentro del cine, con esa claqueta que lleva Rocío en la barca antes de rodar, como lo haría Jacqueline Bisset en el coche en la película de Truffaut.
Rocío se come la cámara, Eva Bianco es un ángel que en unos minutos brilla y los ojos de Pablo Ragoni hablan.
- Alfonso García, Facebook 19/09/2023
Primer avance del “decálogo” argentino en curso de Gonzalo García-Pelayo.Que, sin la cobertura de ninguna televisión pública ni privada y bajo presupuestos creativos (y económicos) muy distintos, se sube a las barbas de Kieslowski. Por segunda vez.
“Bruna” (2023) es una aclimatación notable a la verbosidad del cine argentino, al tempo y al valor de sus actores y, sobre todo, de sus magníficas actrices. Al otoño de Buenos Aires y su fría luz austral y a una casi inédita (en García-Pelayo) apertura a una intensidad dramática que, analizando todo su cine anterior, hubiéramos pensado que le daba alergia. Sin pisar el acelerador de las situaciones incómodas, de enfrentamiento descarnado, pero abriendo con una larga secuencia de reproches y cautelas de pareja, en un café, que es un peculiar abrazo del fondo de Bergman y la forma de Hong Sang-soo (sin zoom).
Es cine de realidad. Abierto a la improvisación, con un guion que funciona a modo de receptáculo de materiales en bruto, nunca repulidos, pero que acaban cristalizando en una estructura circular irónica, con el intercambio de papeles entre los dos novios de Bruna, el del pasado y el del presente, en la vida real y en el teatro.
Por encima de todo, el perceptible gozo del director por la desenvoltura, la generosidad y el poder de fascinación de su actriz protagonista, Rocío López Ferreyra.
García-Pelayo no ha hecho nunca cine canónicamente “feminista”. Es más, algunas de las situaciones que, dentro de su filmografía, involucran a mujeres, pueden fácilmente desatar la ira de tal o cual integrista contemporánea. Pero “Bruna” es, una vez más, y con mayor claridad, cine sólo posible en el pensamiento, en la sensibilidad y en la experiencia de alguien que adora a las mujeres. Sería imposible, sin esa cualidad, conseguir secuencias tan creíbles como la reunión de una decena de amigas en un piso (todas sospechosamente guapas) o el reflexivo paseo de Bruna con su antigua mentora (que, por cierto, nos da la ocasión de reencontrarnos con el magnetismo de Eva Bianco).
Supongo que esta historia, encauzada dentro de un guión peinado y repeinado, con intriga y sentido de la progresión, con más medios y tiempo de rodaje, habría tenido más posibilidades de convencer en los circuitos festivaleros y de garantizarse un cierto o notable éxito de público, al menos en Argentina. Pero lo que seguimos sin detectar en García-Pelayo, incluso con las sugestivas variantes que incorpora “Bruna”, es la menor vocación de darse por enterado de la sintaxis de Hollywood. Eso tiene doble mérito viniendo del cine español, que es, tradicionalmente, el más hollywoodiense del mundo. En “Bruna” lo que parece es que Rivette (edición de bolsillo) le gana por una vez la partida a Godard y que su director (veremos qué sucede en el resto de las películas) confluye mucho menos de lo previsible, habiendo tanta proximidad y colaboración, con el fantástico mundo de Lucía Seles. -
Juan Manuel García Ferrer (Asociación de cineclubs Cataluña)
A la chita callando Gonzalo García Pelayo, que se planteó hacer en un año siete películas…… y acabó haciendo diez, para vencer la depresión postparto ha iniciado otra serie de diez y ya empieza a tener disponibles las tres primeras.
A este ritmo no hay base de datos de cine que alcance a tener actualizada su filmografía.
Aviso a navegantes. En el paquete de diez previo no siempre, pero casi siempre la película venía marcada de origen por una determinada -en ocasiones hasta exótica- localización. En la nueva que pude ver anoche, “Bruna”, no es que no posea escenas de esas que destacan entornos espectaculares, de los que gustan al director (aquí hay un paseo de la protagonista, con auriculares, por un paseo-belvedere frente a nuevos rascacielos, un recorrido en barca y un paseo de dos grandes actrices por lo que creo que es Tigre, el barrio del norte de Buenos Aires), pero la carne que se pone en el asador es la de la interpretación, que aquí alcanza su máximo en planos cortos, en interiores.
Éric Rohmer, ya entrado en edades, recibía en su estudio a chicas que querían ser actrices suyas y, sirviéndoles un té y unas galletas, les preguntaba, muy interesado, todo lo posible sobre su vida y ocupaciones, recabando una información y formas de decir que luego utilizaba en sus películas. No debe ser del todo el caso de esta película de Gonzalo García Pelayo, entre otras cosas porque no firma el guión de la película, pero el acercamiento que hace con la (magnífica) actriz principal (que sí consta como co-guionista) me lo ha recordado. De hecho, unos curiosos títulos de crédito, que están justo en medio del metraje de la cinta (si se puede hablar aún así en este mundo de ficheros), aclara que la película muestra “Algunos hechos reales de la vida de Rocío López Ferreyra interpretando a Bruna”.
¡Hay que ver los aproximadamente quince minutos iniciales del film! Sin preámbulo alguno vemos en ellos el encuentro de una pareja, que pronto entendemos se trata de un reencuentro, en un bar, rememorando lo suyo: la película va, en seguida lo captamos, de desamores. ¿Por qué digo que nadie debería de dejar de ver esta intensa escena, de intenso diálogo plano/contraplano? Porque ella, Rocío López Ferreyra, interpretando a Bruna, presenta una fuerza increíble, tanto es así que pienso puede marcar un listón difícilmente franqueable en otras películas de la serie si, realmente, como aventuraba, es el juego interpretativo el que va a suponer el timón de la nueva decena.
En ésta -y esto puede servir para acallar tontas críticas que le han lanzado a GGP en el pasado-, ella se come a sus oponentes masculinos, y sólo está al mismo nivel otra gran actriz -Eva Bianco- y resulta una más sólo en medio de sus amigas, en ese gineceo de actrices hablando de sus encuentros y desencuentros con hombres.
En el juego de representación teatral de lo vivido, con cambio de papeles, hace de serenísimo director Pablo Ragoni, actor en varias películas de Lucía Seles. Como sea que GGP ha señalado que él es el principal actor de otra película de la nueva serie de diez, eso aleja, al menos a esa en concreto, del temor expresado: Es verdad: hay cantidad de estilos interpretativos, y no todos deben competir en la misma cancha. -
Miguel Martín Maestro, crítico de cine y juez, en su blog
“Bruna” (2023, Gonzalo Garcia Pelayo es la primera película que podemos ver de la nueva serie de 10……que se propone filmar Gonzalo a lo largo de este año, mayoritariamente en Argentina, aunque sea la número 2 del proyecto. Volví a verla ayer con un papel al lado donde fui anotando “a favor” y “en contra”, y el listado fue mucho mayor a favor que en contra, así que con eso he de quedarme. Entiendo que Gonzalo hace estos “screening” para valorar la recepción de sus nuevas películas y confirmar si sus impresiones han sido acertadas al concluir los rodajes y los montajes y, seguro, para afrontar las siguientes. Lo primero que llama la atención es su ausencia de provocación, con un riesgo muy controlado. Para los que amamos su cine es una sorpresa, pero es de agradecer un artista en constante evolución o cambio, que no siempre ofrezca lo mismo y que nos saque de nuestra zona de confort, no podemos decir que Gonzalo se acomode en lo que sabe que va a gustar a su público, así que la sorpresa, siéndolo, no es negativa. Lo segundo, muy destacable, altamente sorprendente y excepcional es la actuación de Rocio Lopez Ferreyra espectacular presencia en la película haciendo el papel de Bruna y que, literalmente, llena la pantalla cada vez que aparece, aunque eso fagocite a sus “novios” como los llama Gonzalo; no así cuando aparecen Eva Bianco y Pablo Ragoni, dos actores sobresalientes y contrastados, que cuando comparten escena en sus breves apariciones con el personaje de Bruna se complementan con ella de manera fantástica y aportan, en ese juego de espejos en que se termina convirtiendo la película, aspectos fundamentales para comprender su idea central.
De los 73 minutos de duración Gonzalo dedica casi 15 a la escena de apertura, un largo diálogo-enfrentamiento en plano-contraplano (más plano de Rocío que el contraplano del “primer novio”) donde Bruna representa el desahogo de la mujer despechada y abandonada por un amante que, a las primeras de cambio, desapareció de los problemas. Siendo la escena imprescindible para todo lo que viene después, sobre todo la idea cinematográfica, no me termina de funcionar la acción-reacción con el carácter de la actriz expuesto posteriormente. Ese “no te necesito para ser yo” entra en contradicción con esos reiterados “pedí perdón, pedí perdón”, “¿para qué viniste, para qué viniste?” como si el choque no se hubiera superado pese a que se verbaliza lo contrario. Pero viendo la película se comprende, toda escena tiene su duplicación aunque no en el mismo espacio ni con los mismos actores, ahí aparece el genio de Gonzalo trasladando a su lenguaje y a sus formas un acercamiento al cine de Hong Sang soo con historias duplicadas no necesariamente simétricas. Aquí encuentro el verdadero valor, importante, de la película, en cómo juega cinematográficamente con el espectador desde la ideación de un mecanismo de ida y vuelta que pone a discutir unas escenas con otras y a los actores consigo mismos. Es verdad que siempre gana Rocío en todo tiempo y lugar, o como poco empata cuando intima verbalmente con su vieja profesora Eva Bianco o con el director de su obra teatral inspirada en su vida Pablo Ragoni, pero a fuerza de repetir ideas y conceptos el personaje de Bruna adquiere un poso y un atrevimiento creativo remarcable.
Si la balanza es positiva en su idea y materialización cinematográfica, incluso con un momento soberano de cine como el paseo en solitario de Rocío en el amanecer de Buenos Aires con sus pensamientos trasladados al espectador con los queridos rótulos tan propios de su cine; hay otras partes no tan conseguidas y que, seguro, Gonzalo también apreciará que se le diga. Es habitual en sus últimas películas que encuentre actrices sobresalientes mientras los compañeros masculinos se diluyen y aparecen anodinos e insustanciales por más fuerza que tenga el personaje (si hasta ha conseguido transformar a una actriz porno como Macarena Lewis en una revelación actoral el año pasado). Con “Bruna” pasa lo mismo, es tan apabullante lo que desarrolla en pantalla la actriz que sus compañeros, si son buenos actores, resultan mediocres en el acompañamiento. Y aunque se que Gonzalo terminó maravillado de una escena en la que filmó a un grupo de 15 mujeres en una reunión, personalmente creo que es un error y que rompe toda la tensión alcanzada hasta ese momento; no aporta nada a la historia de Bruna, no funciona como “interludio” ni engarza escenas anteriores ni posteriores y poco importante ha de ser lo que cuentan cuando Gonzalo, según avanza la escena tapa la voz de las mujeres con la música hasta hacer inaudible lo que éstas dicen, y el tercer punto débil de la película son las escenas compartidas con el “segundo novio”, nula química, nula pasión, nula confidencialidad entre ambos, nula transferencia entre los dos actores. Resumiendo y haciendo una previsión futurista; no es la mejor película que podemos esperar de García Pelayo pero sí es una película con calidad suficiente como para decir que si todo el proyecto fuera de calidad similar no estaríamos ante una cosa menor. El anterior ciclo empezó con “Ainur”, que no me convenció nada de nada y luego llegaron películas superlativas. Esta serie ya empieza mejor que la anterior pese a los desequilibrios de “Bruna”.